Los tres componentes y las tres fuerzas impulsoras del movimiento revolucionario mundial.

Por Dimitris Patelis, “Unificación Revolucionaria”, Grecia

The Three Component Parts and Three Driving Forces of the Global Revolutionary Movement·

Dimitrios Patelis | Revolutionary Unification (Greece). Opening speech at the 5th Conference of the World Anti-Imperialist Platform. Athens – Drapetsona, 2023.11.15. Published in the 6th issue of the theoretical journal of the World Anti-Imperialist Platform, November 18, 2023, pp. 5-12.

Contenidos

Introducción. …………………………………………..1

Sobre el escenario, el tiempo y la situación actual……………………………………………………….2

Sobre la unidad interna de las contradicciones y fuerzas impulsoras del antiimperialismo y el socialismo………………………………………………. 6

Los límites del anticapitalismo y el antiimperialismo abstractos y la necesidad de establecer una perspectiva positiva y agresiva. 11

Conclusión……………………………………………….. 13

Introducción

Hoy en día,  ya poca gente se cuestiona el hecho de que la humanidad está al borde o en camino hacia la Tercera Guerra Mundial. La escalada de esta guerra ya incluye varios frentes abiertos que involucran a varias docenas de Estados y coaliciones, mientras que cada vez se abren nuevos frentes, campos de operaciones y focos de tensión están surgiendo en regiones estratégicamente importantes del planeta. Tras el frente ucraniano, cuyos puntos de inflexión fueron el golpe nazi en Kiev en 2014, el levantamiento armado del Donbás y la Operación Militar Especial de Rusia en 2022, volvimos a tener la tensión en los Balcanes (Kosovo) y una nueva escalada en el Cáucaso (Nagorno Karabaj).

            Un frente adicional se reaviva en Palestina, integrandose dramáticamente a la Tercera Guerra Mundial una vasta área involucrada en el conflicto árabe-israelí, que ahora adquiere por añadidura las características de una guerra religiosa (una guerra islamico-judía más amplia y una “guerra de civilizaciones: civilización cristiana-judía versus la islámica'”). La formación artificial del Estado terrorista teocrático racista de Israel constituye una base militar imperialista y un puesto ofensivo avanzado del eje imperialista en la región de gran importancia estratégica del Cercano y Medio Oriente.

            Con la concentración militar con su masiva potencia de fuego, el riesgo de una conflagración generalizada inmediata en los Balcanes y el Mediterráneo oriental es enorme.

            Al mismo tiempo, la agresión imperialista del eje liderado por Estados Unidos en el frente Península de Corea y Taiwán está aumentando.

            La intensificación de la guerra a todos los niveles y sus efectos no pueden dejar indiferentes a los pueblos progresistas preocupados por el destino de la humanidad. Para nosotros, en la Plataforma Antiimperialista Mundial (PAM), es crucial adoptar una postura consciente en esta guerra como condición para su resultado en lo positivo.

            Como hemos demostrado en textos anteriores, es imposible lograr una comprensión científica del carácter y escala de la Tercera Guerra Mundial en curso, sin una determinación científica clara de la etapa histórica en la que se desarrollaron el sistema capitalista mundial, el socialismo, el antiimperialismo y la humanidad en su conjunto,. Hay que especificar la época histórica, su contenido y el contexto que se desenvuelve.

Para la etapa, el tiempo y la situación de hoy

            Así que actualmente la humanidad se encuentra en la etapa de decadencia y descomposición  del capitalismo, que a su vez se encuentra en la etapa moderna del imperialismo, cuya característica definitoria es el intento de subyugar a la humanidad a los intereses de los grupos monopolistas multinacionales más poderosos y a las fuerzas imperialistas que sirven como sede principal de estos grupos.

            Al mismo tiempo, a partir de la victoria de la Revolución de Octubre y de las otras revoluciones socialistas incipientes, ya ha empezado la época de la transición histórica global de la humanidad hacia el comunismo. La era de las crisis estructurales del sistema capitalista mundial y de las guerras contra el imperialismo llevan ahora el estigma de la crisis general del sistema capitalista, un sistema que ha cumplido su misión histórica, y por tanto, ya no constituye sólo una barrera, un obstáculo para un mayor desarrollo de la humanidad, sino también una fuerza reaccionaria y regresiva a gran escala, una amenaza a la existencia misma de la humanidad y de todo tipo de vida en el planeta Tierra. Esta época marca la transición de la perspectiva socialista como posibilidad abstracta al proceso histórico real, al proceso activo determinante, necesario y alcanzable para transformaciones revolucionarias.

            Desde los principios del siglo XX, con la Primera Guerra Mundial, quedó claro que en la etapa monopolística del capitalismo, las crisis estructurales periódicas y de largo plazo del sistema no sólo dan lugar a revoluciones científicas y tecnológicas dolorosamente inminentes (sólo parcial y distorsionadamente alcanzable bajo el capitalismo), sino también oleadas de  revoluciones socialistas incipientes . De la serie de levantamientos armados y revoluciones que estallaron en Europa después de la Primera Guerra Mundial, la Gran Revolución Socialista de Octubre que tuvo lugar en Rusia y sus colonias adyacentes, es decir, una serie de países, salió victoriosa.

            Desde entonces, el desarrollo capitalista no puede considerarse aislado del curso del socialismo incipiente. De manera similar, el socialismo incipiente tampoco puede considerarse como algo separado del curso del resto del mundo, ya que ni constituye una dominación completa, ni es estructuralmente homogénea ey tampoco es ininterrumpida por el imperialismo.

            Como resultado de la derrota del eje y del Pacto “Anti-Comintern” por parte de la URSS y el movimiento antifascista mundial con los comunistas a la vanguardia hicieron surgir, después de la Segunda Guerra Mundial  el campo de los países socialistas en Europa del Este, Asia y más tarde en América (Cuba).

            Junto a las victorias de las revoluciones socialistas incipientes y dado a su apoyo internacional, surgió una ola de movimientos antiimperialistas y anticolonialistas por la liberación y la independencia nacional, luchas que condujeron a levantamientos y revoluciones por la  liberación nacional.

            Así, a partir del siglo XX,  ha quedado claro que el desarrollo global de la humanidad, iniciado a través del proceso revolucionario global, surge como resultado de la determinación histórica mundial de un proceso único excesivamente contradictorio y desigual.

            La investigación científica en el campo de la economía política marxista, comenzando con la obra de Lenin, ha demostrado que el desarrollo mismo del capitalismo, la acumulación de capital, a través de los procesos de concentración y centralización de la producción, conduce inexorablemente al monopolio,  y sobre  esta base, desde los inicios del siglo XX se produce la transición a la nueva etapa de desarrollo del capitalismo, al imperialismo. Esta transición no se reduce simplemente a una expansión cuantitativa de la estructura de  la producción capitalista, sino que constituye un cambio cualitativo y esencial, extenso e intensivo en el sistema capitalista global.

            El carácter y la manifestación de la contradicción básica del capital, es decir, la contradicción entre el trabajo asalariado y el capital, entre el trabajo vivo y el trabajo muerto, se transforma radicalmente. Primero, mediante el desplazamiento de la exportación de mercancías por la exportación de capitales y después, a través de procesos que pasan de la esfera de la circulación (de mercancías y capital) a la esfera de la producción misma, se establece una división del trabajo extremadamente desigual dentro del sistema capitalista mundial.

El imperialismo se basa en la desigualdad creciente, succionándole la sangre, desarrollándola, manipulándola y consolidándola aún más como base de los mecanismos de sobreexplotación mediante sus relaciones de producción globalizadas (formas de propiedad multimediadas, títulos, bonos, derivados, etc.). La desigualdad, a su vez, no constituye un agregado o particularidad”natural” para la justificación racista de la sobreexplotación, mediante la identificación ahistórica y estática de las diferencias como una “brecha” supuestamente insuperable entre pueblos por  ser de naturaleza , pueblos desarrollados y subdesarrollados, pueblos superiores e inferiores, entre humanos y subhumanos”. Es el resultado de un desarrollo histórico global desigual, en diferentes grados, ritmos, especificidades (incluidas las físicas, geográficas, climáticas, ambientales, etc.) y niveles de compromiso o retirada de dicho compromiso de los países y pueblos en etapas históricas determindas. Bajo el imperialismo, las relaciones capitalistas de producción se impusieron a varios pueblos principalmente como una superestructura impuesta colonialmente desde el exterior y por la fuerza, teniendo como base más amplia una diversidad de legados heredados, no sólo de comunidades  precapitalistas sino incluso preclasistas, de clanes y tribus. Legados, que el desarrollo colonial-neocolonial dependiente transforma parcialmente, en la medida en que los vuelve “funcionales” para la reproducción de las estructuras y mecanismos de dependencia y sobreexplotación necesarios para el imperialismo.

            Sólo como resultado de estos mecanismos se produce la ampliación y profundización del mecanismo de extracción de plusvalía, desde la escala de las economías nacionales individuales hasta la escala del sistema mundial. Esto no significa que la ley de la plusvalía deja de ser aplicable. Mas bien, significa que si se modifica radicalmente: La extracción de plusvalía se lleva a cabo ahora a escala global con la extracción de plusvalía en forma de sobreganancias de los monopolios por parte de sus grupos integrantes de carácter multinacional  y muy poderosos y que cuyas sedes se encuentran en un pequeño grupo de países,  que fueron anteriormente potencias coloniales, que hasta hoy en día se desenvuelven como los principales estados imperialistas, como centros del sistema imperialista, con subsistemas de integraciones regionales, coaliciones, sus estados satélites y organismos transnacionales, imponiendo sus intereses y reclamos internacionales de alcance global.

            Con el inicio de la crisis generalizada del sistema capitalista mundial,  y con el surgimiento de los primeros países socialistas incipientes, se inicia otro tipo de desarrollo de países y regiones del planeta.

            El socialismo se establece y se desarrolla a través de transformaciones revolucionarias, cuya condición de desarrollo es el poder de la clase obrera y sus aliados, sobre la base de la propiedad social-estatal sobre los principales  medios y ramas estratégicas de la economía, cuyo desarrollo se logra principalmente por medio de la planificación científica. Precisamente por el hecho de que la era de las revoluciones socialistas comienza durante la etapa imperialista, estas revoluciones surgen desde situaciones revolucionarias, que a su vez se manifiestan, según la ley dialéctica y ocurren en los “eslabones débiles” del sistema imperialista mundial, en aquellos países o grupos de países, donde se entrelazan las contradicciones internas con las respectivas regionales y globales en un complejo nudo explosivo.

            Así, podemos ver que la situación revolucionaria -como condición necesaria para la revolución socialista- estalla en países cuyo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas no es el más alto posible en el sistema capitalista. Esto sucede porque el sistema capitalista global, en su etapa imperialista, a causa de la competencia, no garantiza de ninguna manera “condiciones iguales de desarrollo y prosperidad para todos”, no permite el desarrollo isomérico armónico y homogéneo de los países, las regiones y poblaciones de el planeta. Por el contrario, precisamente debido a la imposición de condiciones preexistentes de sobreexplotación imperialista depredadora (en forma de colonialismo, neocolonialismo, a través de varios tipos y niveles de dependencia económica, financiera, fiscal, política, militar-bélica, cultural, etc.), bajo el imperialismo se intensifica la desigualdad, como base de su carácter cada vez más parasitario. De esta manera, bajo el imperialismo, el sistema capitalista expande y profundiza los círculos de sobreacumulación parasitaria, con múltiples palancas de capital ficticio, entrando en sucesivos círculos viciosos de agudización de su contradicción básica (entre trabajo y capital) dentro de cada economía nacional capitalista, de cada integración regional y a nivel global. El objetivo principal de la oligarquía financiera es imponer, consolidar y mantener a toda costa sus fuentes de parasitismo, en forma de extracción de superganancias monopólicas por países con un nivel de desarrollo medio e inferior al promedio.

            De lo anterior se desprende claramente que las revoluciones socialistas victoriosas tienen lugar en la etapa de monopolio. El proceso revolucionario de transición al socialismo concierne principalmente a aquellos países y grupos de países que se encuentran en un nivel medio de desarrollo o cercano al promedio de sus fuerzas productivas. Todos los países del socialismo incipiente han estado históricamente en ese nivel.

Sobre la unidad interna de las contradicciones y las fuerzas impulsoras del antiimperialismo y el socialismo

Por lo tanto, el problema de la transición revolucionaria al socialismo con una perspectiva comunista está inherentemente entrelazado con el problema del desarrollo desigual, la dependencia, la existencia de formas, elementos y remanentes precapitalistas, es decir, la incapacidad de resolver, en estos países, problemas que en “forma pura” serían tareas del desarrollo capitalista normal“. El propio socialismo incipiente está orgánicamente vinculado a la resolución de tareas y desafíos relacionados con la desigualdad a escala mundial y la dependencia, con las luchas por la independencia nacional y la soberanía popular, con las luchas antiimperialistas y con las reivindicaciones del derecho de las naciones a la autodeterminación.

            La victoria triunfante de los bolcheviques al principio, y luego de todas las primeras revoluciones socialistas de la historia, está vinculada al estudio, la concienciación y la solución práctica de estos problemas sobre una base programática. Por el contrario, el compromiso, la integración en el régimen burgués, la degeneración oportunista y, finalmente, la renuncia a la perspectiva de la revolución y el socialismo, ya desde la Revolución de Octubre, están relacionados con la renuncia a esta problemática de la teoría revolucionaria, la ciencia de la economía política del imperialismo, lo cual es característico de la degeneración de los partidos socialdemócratas de Europa, de la quiebra de la Segunda Internacional.

            De esta manera surgió históricamente el sistema apuello, que periodistas y comentaristas conocen como el “sistema de los tres mundos”:

  1. Los países capitalistas desarrollados que además son los centros del imperialismo,
  2. Los países socialistas y
  3. Los llamados “países del tercer mundo”.

            Por supuesto, la teoría revolucionaria no tiene motivos para aceptar ideologías y prácticas de fetiche estático y metafísico de esta clasificación, en diversas versiones de narrativas burguesas y pequeñoburguesas, desde mediados del siglo XX en adelante. A menudo, tales ideologías y prácticas conducen al atrapamiento de personas y movimientos en versiones del llamado “tercermundismo”, a la negación del papel de la vanguardia de la clase obrera en el movimiento revolucionario, al antisovietismo/anticomunismo, al rechazo y la actitud hostil hacia la URSS y/o hacia todas las revoluciones socialistas incipientes, a “distancias iguales” y hostilidad hacia los respectivos “dos polos de superpotencia”, hacia los centros imperialistas y el campo socialista, que – sobre la base de construcciones ideológicas similares – se presentan como supuestamente igualmente capitalistas e imperialistas…

            La investigación científica demuestra que no se trata de tres mundos cerrados y aislados entre sí. De hecho, constituye un sistema global en transición, unificado en su contradicción. La interacción de sus partes es contradictoria y se extiende en muchos niveles.

            En primer lugar, no existe un sistema de centros desarrollados del imperialismo sin múltiples conexiones y relaciones de extracción de plusvalía en forma de superganancias monopólicas a escala regional y global. Precisamente por esta razón la correlación del primer mundo con el segundo y el tercero es dinámica y está conectada con la correlación entre procesos revolucionarios y contrarrevolucionarios. Es exactamente por esta razón que los países del llamado tercer mundo se convierten en un campo dinámico de la lucha de clases mundial, que, al fin y al cabo, puede caracterizarse como una manifestación de la contradicción básica del capitalismo, que adquiere las características del conflicto entre el socialismo incipiente y el capitalismo.

            Además, la contradicción entre socialismo e imperialismo traspasa a todos los países del mundo, convirtiendo a las colonias, a los países sujetos a explotación neocolonial, a los países dependientes, semiindependientes y formalmente independientes en un campo de disputa. Esta contradicción está orgánicamente conectada con la contradicción de mayor escala entre los centros/metrópolis imperialistas y la periferia. La lucha por romper el yugo de la sobreexplotación imperialista, por la independencia nacional y popular y la soberanía de los pueblos dependientes de la periferia está orgánicamente vinculada a la lucha de clases contra la dominación y explotación extranjeras y la burguesía compradora local, teniendo la clase trabajadora un poder papel protagonista y decisivo en ella. También está vinculado a la perspectiva del socialismo, ya que la independencia sobre una base estable es inalcanzable sin transformaciones revolucionarias socialistas, sin fundamentos internacionales.

            La perspectiva misma de la transición de las revoluciones socialistas tempranas a las tardías, y, por tanto, la perspectiva de una victoria completa, definitiva e irrevocable de las fuerzas del socialismo a escala histórica mundial, está relacionada con el desprendimiento de los países imperialistas de sus fuentes de sobreexplotación, de sus fuentes de parasitismo.

            El desarrollo de la teoría revolucionaria, que se hizo necesaria y alcanzable gracias a la investigación científica de los problemas, las leyes de la construcción socialista, llevó a la ciencia soviética al descubrimiento de la Lógica de la Historia por V. A. Vaziulin[1]. A través de este desarrollo dialéctico quedó claro que el socialismo, como proceso de formación y maduración del comunismo, no constituye una negación simple, lineal y estéril del capitalismo, sino un desarrollo-eliminación dialéctico de toda la historia y la prehistoria de la humanidad,  incluyendo las condiciones previas naturales para el aparición de la humanidad y la formación de la sociedad. En este marco teórico y metodológico, la ciencia proporciona las posibilidades más profundas y precisas para determinar positivamente la estrategia del movimiento revolucionario, la sociedad madura, la humanidad unificada, el comunismo.El comunismo mismo está ahora visto como un tipo diferente y radicalmente nuevo de desarrollo de la humanidad, basado en la totalidad del desarrollo histórico humano, cuyo logro está vinculado a la resolución de la contradicción fundamental del socialismo temprano y de todo socialismo: la contradicción entre socialización formal y real.

            La resolución de esta contradicción constituye la culminación de la primera gran espiral del desarrollo helicoidal de la sociedad y la transición a la siguiente espiral de desarrollo. Tal desarrollo de la sociedad se evoluciona ahora sobre su propia base, donde las condiciones naturales de la sociedad son dialécticamente superadas y transformadas en condiciones integradas de su propio desarrollo.

La fuerza impulsora de la primera espiral es la contradicción entre el efecto del trabajo del hombre sobre la naturaleza y las relaciones laborales entre los seres humanos, que se manifiesta como una relación entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción en aquellas etapas de la formación de la sociedad en las que el objetivo es la producción (con énfasis en el producto final), donde aún no se ha logrado una producción en abundancia para la satisfacción óptima las necesidades materiales de todos los miembros de la sociedad. En estas etapas de los modos de producción competitivos, de formaciones socioeconómicas basadas en las relaciones de producción de las tres formas sucesivas de desarrollo de la propiedad privada (propiedad de esclavos, feudalismo y capitalismo), se está avanzando el proceso de eliminación de las precondiciones y condiciones naturales por los sociales correspondientes, pero dicha eliminación no se completa del todo. Bajo la la era de la esclavitud y el feudalismo, el medio básico de producción es la naturaleza (la tierra y los animales), mientras que el hombre mismo aún no se ha separado de los medios de producción, sigue siendo casi total (bajo la esclavitud) o parcialmente (bajo el feudalismo) medio propietario /herramienta de producción.

            Y en la subetapa final de la formación de la sociedad, bajo el capitalismo, la naturaleza se transforma en las condiciones reales de producción transformadas por el trabajo y el hombre – como trabajador asalariado – adquiere libertad formal (“igualdad”) con su fuerza de trabajo ahora comercializable ( capacidad de trabajo). Sin embargo, los derechos reales de producción gobiernan a las personas como una fuerza extraña, hostil y destructiva: el trabajo muerto del pasado, incorporado en los derechos reales de producción, actúa como funciona como una fuerza de dominación de la relación “capital” sobre el trabajo vivo del presente. Y, en términos más generales, las cosas, como mercancías, y el equivalente universal de su valor (dinero) como “riqueza”, dominan a las personas. Pero estas cosas no son más que materiales naturales transformados por el trabajo humano. Por lo tanto, bajo el capitalismo no se ha logrado ni se logrará la separación dialéctica de lo natural a lo social, de la naturaleza a la civilización. Esto se aplica no sólo a las cosas que rodean a los seres humanos en la sociedad capitalista, sino también a su propia naturaleza, su biología. El mismo antagonismo de clases en la sociedad capitalista no es más que una manifestación de relaciones animales, de manada, etc. aún no transformadas que apuntan a un elemento aún no socializado e incivilizado de selección “natural”…

            A la luz de los descubrimientos de la Lógica de la Historia, se logra una investigación y verificación de mayor nivel de la interconexión interna de las contradicciones que caracterizan la etapa y época modernas

            En el contexto del capitalismo, la contradicción fundamental de este último –entre trabajo vivo y trabajo muerto (componentes materiales del capital)- se manifiesta principalmente como una contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción que ahora son distintas en la historia, es decir, como una forma histórica concreta de manifestación de la contradicción fundamental de la historia en su conjunto: entre el efecto del trabajo sobre la naturaleza y las relaciones laborales.

            Lo mismo se aplica a la modificación de esta contradicción bajo el imperialismo, donde la contradicción surge entre los estados imperialistas del centro (las sedes de los grupos monopolistas multinacionales y multiindustriales más poderosos) y la base más amplia de sobreexplotación (extracción de plusvalía en forma de las superganancias monopólicas) a escala regional y global. Así surge la dualidad de la contradicción entre las fuerzas del imperialismo y el antiimperialismo, como manifestación de la contradicción básica y como campo estratégicamente importante de la lucha de clases contra el capitalismo monopolista a nivel internacional y global.

            En el marco del capitalismo, como una reducción decisiva de las fuentes del parasitismo del imperialismo y como una concentración de las luchas revolucionarias de clase victoriosas en estados y en un campo delimitado, en el lado opuesto del capitalismo, como una negación no sólo de las fuentes del parasitismo del imperialismo, sino también del capitalismo mismo, la lucha de clases toma la forma de competencia entre el sistema capitalista mundial en su conjunto (centro y periferia imperialistas) y el sistema mundial del socialismo temprano.

Los límites del anticapitalismo y el antiimperialismo abstractos y la necesidad de establecer una perspectiva positiva y agresiva

Sin embargo, el socialismo no es un simple rechazo del capitalismo, no es un anticapitalismo abstracto. El anticapitalismo abstracto es una definición negativa, es decir, constituye una definición diferente del nuevo sistema, con un sistema de referencia (aunque negativo) al capitalismo. Como tal, no puede ser una fuerza impulsora de una autodeterminación positiva.

            El socialismo no es un simple rechazo del imperialismo (una simple demanda de independencia y un rechazo de la sobreexplotación imperialista), ni es un antiimperialismo abstracto. El socialismo no puede tener una perspectiva victoriosa mientras esté involucrado en el desenvolvimiento de   obsesionado en fijaciones y esquemas hacia lo negativo, mientras conserva una mirada inalterada –incluso negativamente– en el pasado, en el capitalismo-imperialismo históricamente ya  obsoleto.

            El socialismo se inscribe en el devenir de la construcción socialista positiva, como formación y maduración del desarrollo de la sociedad en su conjunto, del comunismo. Esto se logra sobre la base de resolver la contradicción básica del socialismo mencionada anteriormente. Este último se refiere a la ley fundamental de la Lógica de la Historia, a la resolución de su contradicción básica. La transición de la socialización formal a la real, ligada a la transición de la construcción socialista del tipo de desarrollo expansivo al intensivo, conduce a la resolución de la contradicción entre eficiencia laboral y relaciones laborales, entre fuerzas productivas y relaciones de producción, donde un polo se convierte en su opuesto, la interpenetración de los polos se superpone en una nueva totalidad, en la humanidad madura y unificada, primero a escala planetaria, en el tipo comunista de desarrollo de la humanidad. Entonces el trabajo se transforma en otra cosa: en otro tipo de relación entre las personas, en un campo de cultivo mutuo y desarrollo de capacidades creativas de personalidades y colectivos en desarrollo integral, hasta la unificación de la humanidad en un todo consciente. Es precisamente esta transformación del trabajo en una actividad creativa y cultural universal, lo que constituye la superación de la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Según la nueva teoría revolucionaria, esto ya no es un deseo o un ideal utópico, sino una necesidad estrictamente fundamentada científicamente, el sentido único para la salvación de la humanidad.

            Esta visión nos permite percibir a un nivel superior la interconexión orgánica de fenómenos y tendencias, que se proyectan a la superficie de forma fragmentaria e inconexa. El sistema capitalista mundial no es una construcción faraónica sólida, inquebrantable y eterna, como la “pirámide imperialista” con la que fantasean algunos desdichados revisionistas para enmascarar su oportunismo, su subordinación a la oligarquía financiera y su renuncia a la perspectiva de una revolución. El capitalismo no puede constituir el “fin de la historia” como lo presentarían las construcciones ideológicas burguesas reaccionarias. Este sistema se está desgarrado por contradicciones cada vez más profundas y sin resolver. Su primera ruptura histórica –como resultado de las primeras grandes revoluciones socialistas– puso en marcha la crisis general y su posterior declive, su sacudida en la vorágine de los conflictos entre las fuerzas de la revolución y la contrarrevolución. Esta ruptura también sacó a la superficie el conflicto entre las fuerzas del imperialismo y las fuerzas del antiimperialismo. En la etapa de las primeras revoluciones socialistas, la victoria del socialismo no es ni puede ser definitiva e irreversible. Los intentos tardíos e ineficaces de resolver prácticamente la contradicción fundamental del socialismo conducen determinadamente al fortalecimiento de las fuerzas de la contrarrevolución, al predominio de estas últimas y a la restauración capitalista. Este estado de derecho fue históricamente confirmado en la URSS y en los países europeos del socialismo temprano. La contrarrevolución en estos países, a pesar de su gravedad estratégica y su efecto disolvente sobre el movimiento revolucionario mundial, de ninguna manera significa la derrota total del socialismo y la “prueba” de la invalidez de la perspectiva legítima de la transición histórica mundial de la humanidad al comunismo. Tales afirmaciones no son científicas y sirven a la propaganda subversiva del imperialismo. Estas contrarrevoluciones también han conducido una serie de derrotas y retiradas temporales de todas las fuerzas antiimperialistas y socialistas. Sin embargo, estas fuerzas, especialmente durante las últimas dos décadas, se han ido fortaleciendo y desarrollando rápidamente, en contraste con el debilitamiento, la descomposición y la decadencia las fuerzas de los centros imperialistas tradicionales.

Conclusión

Así, en el primer plano histórico emergen con nuevo impulso tres fuerzas interconectadas del progreso de la humanidad, tres componentes, partes constitutivas de un único proceso revolucionario:

  • las fuerzas del socialismo incipiente,
  • las fuerzas del antiimperialismo y,
  • en su conjunto, las fuerzas del movimiento comunista obrero en el sistema capitalista global.

La fundamentación teórica científica y el desarrollo práctico organizativo de cada una de estas partes constitutivas del proceso revolucionario y su interconexión orgánica óptima en un frente de lucha victorioso, a nivel nacional, regional y global, es la tarea principal del movimiento, el propósito básico. del PAM.

            Por lo tanto, es una necesidad vital para la humanidad en las condiciones de la Tercera Guerra Mundial reconstruir y planificar la coordinación de estas tres partes constituyentes del proceso revolucionario unificado, transformarlas en componentes orgánicos de un sujeto sociopolítico e ideológico frontal unificado y consciente, capaz no sólo de actos esporádicos y fragmentarios de resistencia contra el eje imperialista agresor bajo los Estados Unidos, sino también capaz de tomar la iniciativa estratégica de movimientos en todos los campos, en todos los niveles, en todos los frentes de este enfrentamiento de vida o muerte con el eje.

            Lograr la organización óptima de estas partes constituyentes fundamentales y las correspondientes fuerzas impulsoras del proceso revolucionario mundial en un solo frente de lucha no es una cuestión de elección. Por el contrario, es la condición más indispensable para la victoria de las fuerzas progresistas en la Tercera Guerra Mundial, para la supervivencia misma de la humanidad, para el resultado victorioso de la inminente gran ola de levantamientos y revoluciones antiimperialistas y socialistas.

[1] Debo señalar que el propio Vasiulin y su obra no se suscriben de ninguna manera a la ideología oficial del partido y del estado de la Unión Soviética. Era efectivamente miembro del Partido Comunista de la Unión Soviética, pero –como hijo de un comisario y como científico comunista– no era en modo alguno un conformista, el tipo de persona que está dispuesta a a comprometerse sin principios con cualquier dirección y con cualquier opinión o línea dominante. Fue muy crítico con el impacto debilitante que tiene la “crítica del culto a la personalidad”, la falta general de teoría y metodología en las opiniones oficiales, la reducción de la teoría al  apoyo de decisiones preconcebidas de los dirigentes, la burocratización y la ausencia de documentación científica en la asociación entre planificación y mercado.  Por esta razón, siempre ha sido tratado con sospecha e incluso hostilidad por parte de los ejecutivos y estructuras del partido y del aparato administrativo, además de sus órganos ideológicos. Encontró grandes dificultades para editar y publicar artículos y libros suyos. Su preocupación por el núcleo de la lógica marxista y la metodología de la investigación científica y el uso y desarrollo creativo de esta metodología para el estudio de las cuestiones estratégicas de la sociedad y la construcción socialista, en su fase extremadamente crítica, lo llevaron a menudo a entrar en conflicto con el alto cargo. Vasiulin estuvo firme y públicamente en desacuerdo con pseudoconceptos no científicos de la ideología oficial, como los del “estado todos los pueblos” y el “socialismo desarrollado”. Sin embargo, cuando el régimen contrarrevolucionario de Yeltsin organizó un juicio para condenar a los comunistas y la ideología comunista como “criminales”, y mientras que la gran mayoría de los miembros y órganos directivos del partido se escondían o incluso participaban activamente en la contrarrevolución, fue él, que había sido tratado como un “disidente” en la URSS, que encabezó la constitución y el funcionamiento del equipo científico que defendió el comunismo en el juicio. Elogió sistemáticamente la importancia de todas las revoluciones socialistas tempranas y especialmente sus conquistas en R.P de China, en R.P. de Corea, en R.P. de Vietnam y Cuba. Hasta el final fue un intelectual dedicado con todas sus fuerzas a la causa de la revolución y el comunismo.

Por epanen

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